Hoy nos toca enfrentar una situación
difícil, a nosotros como a todo el mundo nos golpeó
inesperadamente un virus. Tal vez en lugar de ser un coronavirus
(covid-19), podamos identificarlo como el virus de la
reflexión. Tal vez sea producto, como se ha dicho en la
enorme cantidad de whatsapp que recibimos, un reclamo de la
naturaleza.
La naturaleza necesita descansar y recomponerse, y
aunque no se pueda creer, así ha sucedido. Nos llegan
noticias de Italia por ejemplo, más allá de la
desgraciada situación que vive el país de nuestros
antecesores, que en Venecia se transparentó el agua de los
canales y abundan los peces.
En Londres, el noticiero advierte que aparecieron
gran cantidad de patos y zorros en las ciudades. Lo mismo
sucedió en España, que han aparecido en algunas
ciudades pavos reales. Y en China mágicamente
desapareció el smog sobre sus ciudades. Y aunque parezca
llamativo todo esto, creo que merece una reflexión.
¿Qué importancia le estamos dando a los reclamos de
tantos años que hacen los ambientalistas?
La respuesta es sencilla. Las grandes potencias a
través de la retórica de sus discursos, pretenden
convencernos que es muy importante el cuidado del medio ambiente,
pero no se hace nada específicamente conducente para cambiar
la situación que se genera a través –entre
otros aspectos- de las diversas explotaciones industriales. Siempre
se toman su tiempo. Las consecuencias las seguimos pagando todos y
la naturaleza nos lo reclama periódicamente.
Los tsunamis. Los terremotos. Los incendios en el
Amazonas o en Australia. Estos fenómenos
“naturales”, nos preguntamos ¿son tan naturales?
O son producto de conductas antrópicas. Estas conductas son
las generadas por el hombre.
Es difícil encontrar respuestas a todo
esto, pero no es menos cierto que esto lo que nos provoca es un
espacio de reflexión, casi obligatorio por el confinamiento
con el que podemos combatir al virus. Qué hacemos desde
nuestro ámbito en línea con las necesidades que se
nos plantean con esta nueva realidad.
Parece lejana la respuesta. A algunos tal vez les
parezca que no nos llega al derecho procesal este tipo de
afecciones. Sin embargo, solo a través de un razonamiento
sin compromisos, podemos desconocer esta realidad, y desde luego
las necesidades que se nos plantean. Como explica Yuval Noah
Harari, el flujo constante de la historia mirado a largo plazo,
desde una posición bien distante que sitúa en un
satélite cósmico, discurre –más
rápido a veces y con más lentitud otras- hacia una
unificación global.
Desde el punto de vista político
están cobrando auge dos posiciones que se encargan de
señalar sociólogos y politólogos. Unos
sostienen que pueden nacer regímenes autoritarios, o que si
ya lo son, extremen aún más su dureza. Otros apuestan
a un mejoramiento a través del colaboracionismo inherente a
los regímenes democráticos.
Lo cierto es que hoy no podemos saber ni una cosa
ni la otra. La realidad ya nos marca algunas pautas que muestran
algunos “avances” o “retrocesos” en el
mundo. Hungría prácticamente sumergida en un
régimen nazi, con facultades suficientes a su presidente
para suspender elecciones, o gobernar por decreto.
China o Corea del Sur, con potestades suficientes,
bajo el ropaje de la protección ciudadana, para investigar a
las personas a través de cámaras a lo largo y a lo
ancho de su país, con infinidad de lentes de control. Esto y
el panóptico creado por Bentham, del que nos hablaba
Foucault para controlar una sociedad ¿cuáles son las
diferencias?
Atención China o Corea del Sur nos dicen
que están evitando la propagación o el agravamiento
de la pandemia, a través del control
“imperceptible” que están haciendo sobre sus
ciudadanos.
Pero esto como se compadece con los principios,
derechos y garantías que surgen de la Ley Fundamental y los
Tratados Internacionales de Derechos Humanos. ¿Hay
correlación entre medios y fines? ¿Existe la
proporcionalidad de la que nos hablaba Juan Francisco Linares?
¿Estamos enfrentando legislación constitucional y
convencionalmente legítimas?
Creemos que esto nos lleva a un replanteo que hace
que nuestra materia tenga una involucración directa en este
nuevo escenario que levanta su telón al mundo. Ya no estamos
frente a la lucha por la libertad que se daba durante el siglo XIX,
ni tampoco frente al logro de las igualdades que perseguía
el siglo XX.
Tampoco podemos sostener livianamente que este sea
el siglo del reconocimiento de las diferencias, aunque subyace
fuertemente esa impronta en esta nueva realidad y no podemos
desconocerla.
Esto parece que marca un nuevo ámbito para
nuestra materia. El derecho procesal no puede mantenerse ajeno a
todo esto. Sería muy sencillo advertir desde ahora que hace
más de un cuarto de siglo que se sancionó la nueva
Constitución Nacional, y hace el mismo tiempo que no
logramos la regulación de un proceso colectivo, ni tampoco
un proceso que permita una regulación adecuada para encauzar
la Ley General del Ambiente. Y desde el punto de vista de la
ciencia comparada, ¿cuáles serán los modelos
que prevalecerán para hacer funcionar la justicia?
Solo estos dos aspectos nos dan la pauta de
cómo estamos posicionados frente a estas realidades que nos
invaden sin tener en cuenta nuestros tiempos.
Ello nos lleva a la reflexión de la que hablamos al
comienzo. El derecho procesal está en deuda. Debemos
imperiosamente encontrar formas adecuadas que faciliten el acceso a
la jurisdicción. Debemos necesariamente darle caladura de
política pública esencial al sistema judicial.
Mientras sigamos relegados, parece que no estamos
conociéndonos, sabemos que nuestro interés
fundamental es tener un sistema de justicia que aborde con eficacia
la problemática social.
Esta problemática se ve ampliada hoy con
esta nueva realidad que se nos presenta, por eso el compromiso
requiere afianzarse y saber que el proceso requiere de nuevas
miradas, que permita canales diversos para transitar aún
dentro suyo para componer los conflictos.
Si el proceso no sirve para restaurar relaciones,
para solucionar conflictos, para mantener el orden y la paz social,
la pregunta se torna más grave aún porque debemos
preguntarnos, si el derecho nos está siendo útil a
esos fines.
Creemos que podemos encontrar respuesta para todo
ello. Esta realidad es un nuevo desafío que nos compele a
trabajar más y mejor y también vemos que la tarea en
equipo no solo en nuestro ámbito sino
interdisciplinariamente nos va a permitir una colaboración
más específica y razonable para dar
satisfacción a las necesidades de la gente. Los invito a que
nos repensemos en nuestra tarea, en nuestros roles y las
necesidades que se nos plantean.
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